Adicción al teléfono móvil
La dependencia es todo lo contrario a la
libertad.
Si te da ansiedad imaginar un mundo sin
Facebook, Instagram o WhatsApp, vigila tu dependencia a las nuevas tecnologías.
Es posible que seas un adicto.
Este experimento ya ocurrió el pasado 4 de
octubre, cuando millones de personas se frustraron al apagarse estos tres
servicios durante seis horas.
Una frustración que, en sus ejemplos
extremos, hay quien se atreve a compararlo con un síndrome de
abstinencia como el que se sufre al dejar las drogas, el alcohol o el
tabaco.
Puede parecerte una comparación exagerada,
pero el psicólogo español Marc Masip la defiende a capa y espada.
«El móvil es la heroína del siglo XXI«,
dice sin tapujos.
Parte de su trabajo consiste en dar terapia
en clínicas de desintoxicación para adictos a la tecnología.
Una rehabilitación que puede llegar a ser
incluso más difícil que la de las drogas, «porque todo el mundo ya tiene
asumido que son malas, mientras que las nuevas tecnologías todos las utilizamos
sin conocer cuánto daño pueden hacer», explica Masip en esta entrevista con BBC
Mundo.
La gente enloqueció cuando en realidad no
pasaba nada. Estamos todos un poco perdidos. Las adicciones son todas
adicciones y no hay mucha diferencia entre la adicción a las drogas y al
teléfono móvil.
Es verdad que las drogas no se pueden usar
bien y el teléfono móvil sí. Eso es una ventaja.
Cuando no disponemos de la tecnología, como
pasa cuando se cae WhatsApp o Facebook, a todos nos entra un malestar, un
síndrome de abstinencia. La comparación con la heroína me parece buena porque
no somos conscientes aún de todo el daño que puede llegar a hacer.
Cuando se empezó a consumir la heroína, no
se sabía qué tan mala era y al final murió mucha gente. Esperemos que ahora no
sea así, pero hay gente que muere porque utiliza el celular hasta cuando
conduce.
Por no hablar de lo que ciertas personas
sufren con casos de bullying en redes sociales. Hay consecuencias para la salud
mental que aún no entendemos por el abuso del teléfono móvil.
Con la heroína había dos finales: morías
por sobredosis o te mandaban a una clínica de desintoxicación. ¿Qué hay de la
adicción a la tecnología?
Se están viendo consecuencias en el
rendimiento académico de los jóvenes, accidentes de tráfico que pueden llegar a
lo peor, ansiedad, estrés, frustración, trastornos alimentarios desencadenados
por Instagram y el tipo de imágenes que se cuelga.
Vemos cómo los jóvenes se comunican a
través de la pantalla de forma rápida, fácil y cómoda pero luego en el cara a
cara son cobardes y no tienen herramientas suficientes para empatizar, mirar o
abrazar.
Pero lo peor es sobre todo la dependencia,
cómo a la gente le cambia el ánimo a peor cuando se queda sin Facebook o WhatsApp.
Es un problemón porque la dependencia es
todo lo contrario a la libertad.
Si lo piensas, cuando tratas una adicción a
la heroína, la cocaína o la marihuana, partes de que socialmente ya está mal
visto. La gente tiene asumido que fumar, beber y drogarse es malo.
Con las tecnologías es más difícil porque
no se trata de dejarla de utilizar. Lo que hay que hacer es reeducar para que
se utilice mejor. Y no es nada fácil cuando todo el mundo a tu alrededor la
utiliza igualmente.
Pensamos que nuestros hijos no tendrán
amigos si no tienen teléfono y redes sociales, pero eso es mentira. Los niños
con teléfonos pueden tener amigos o no y los que no tienen teléfono pueden
tener amigos o no. Eso va más ligado a la personalidad y el ámbito familiar y
escolar.
Pero claro, pensamos que como todos los
niños o adolescentes tienen teléfono, los nuestros también los tienen que
tener.
Tenemos que cuidar al niño de las pantallas
para que no las necesite tanto. Para un niño, tener un Smartphone antes de los
16 trae más desventajas que ventajas. Sin formación, sin saber usarlo de forma
correcta, en el niño tiene más peso lo malo que lo bueno de un teléfono móvil.
Porque, al final, ¿qué te aporta un Smartphone?
¿Qué tus padres tengan control por si te pasa algo? Eso también puede hacerse
con un teléfono normal. De hecho, si te vienen a secuestrar, difícilmente te
dejen llamar a tus padres.
Si los adolescentes tienen un teléfono
inteligente, es sobre todo por las redes sociales. Pero, ¿qué te aportan las
redes sociales? ¿Likes? Eso no es un aporte real.
Es importante que entendamos que en
nuestras redes sociales siempre mostramos nuestra mejor versión. Pero esa mejor
versión no siempre se acerca a la realidad. De hecho, mientras más se aleja el
yo virtual del yo real, más frustración se genera.
Y esa frustración se hace muy amiga de la
dependencia y la adicción.
Es importante educar, sobre todo en los más
jóvenes, en que no hace falta querer mostrar siempre lo que no somos o lo que
nos gustaría ser para tener aceptación. Hay que trabajar mucho la autoestima de
los jóvenes.
Se habla mucho de que la tecnología ya
avanza a una velocidad que ni siquiera entendemos, no solo nosotros, sino
tampoco las propias instituciones. ¿Cómo podemos salvaguardarnos de algo que ni
siquiera comprendemos del todo?
Estamos vendidos ante el avance tecnológico
porque las compañías buscan que haya un uso lo más alto posible para su propio
beneficio. Apenas hay regulación y la educación a familias y en los colegios
sobre el uso responsable de la tecnología es muy pobre.
La solución pasa por leyes estatales que
rijan el buen uso de las nuevas tecnologías y a día de hoy no las hay.
No hay herramientas para educar a la
población más joven, quienes son los que más las usan. Estamos dejando que la
tecnología avance libremente y las consecuencias son evidentes.
Es verdad que el mundo tecnológico tira
para que el futuro siga siendo muy tecnológico. Pero debemos tener clara la
premisa de que lo real siempre va a superar lo virtual.
Por mucha tecnología que creen y por mucho
dinero que inviertan, nadie te va a poder dar un abrazo como te lo da otra
persona o un beso como la persona que quieres.
Con que haya gente que siga teniendo eso
claro y comprendido, ya tendríamos mucho ganado. Es verdad que la tecnología va
a apretar, pero también creo que el humano lo hará.
Confío en que daremos un pasito atrás en lo
tecnológico para dar tres más en lo humano. Asumir que sí, que tenemos mucha
tecnología, pero que hay límites.
Llegará el momento en que quien utilice
bien las redes y el móvil será más cool que el que está todo el día
hiperenganchado.
¿Hay alguna técnica que nos permita auto
diagnosticar nuestro grado de adicción?
El autodiagnóstico siempre es complicado.
Uno debería dejarse ayudar, pero no siempre
es fácil. Puedo darte algunos signos para detectar la dependencia o la
adicción.
Lo primero, mide tu síndrome de
abstinencia. Si necesitas consumir algo cuando no lo tienes. Es algo muy
evidente en las drogas pero que también pasa con las nuevas tecnologías.
Vigila también si sustituyes actividades,
si dejas de hacer algo por estar más pendiente del móvil. Puede pasar cuando
pasas tiempo con la familia, trabajas, conduces, haces deporte o sales de casa.
Atiende si el móvil te evade. Si lo coges
para ver una cosa y pasa una hora sin que te des cuenta. Con esos ejemplos
puedes evaluarte muy bien.
¿Y cómo podemos usar la tecnología de forma
inteligente?
Hay que aplicar mucho sentido común.
Es importante que usemos la tecnología
cuando nos dé un servicio. Para eso pagamos por ella. Ahora, por ejemplo, tengo
que ir a una reunión. Así que uso la tecnología para que me lleve al lugar de
la reunión.
Puedes también aprovechar el móvil para
mandar un correo sin tener que coger la computadora. Pero no la utilices en una
comida o cuando estés con otras personas. Tampoco cuando trabajas, pases tiempo
con tus amigos, con tu pareja o antes de irte a dormir.
No dejes que pase por encima de ti. WhatsApp
puede ser una herramienta muy útil, pero si se cae el servidor, tampoco es
imprescindible.
Hay gobiernos como el de China
que están interviniendo directamente, especialmente con los videojuegos entre
menores de edad. ¿Pero estas intervenciones son suficientes? ¿Qué sería lo
suficiente para realmente tener un impacto contra la adicción a la tecnología?
Los gobiernos tienen que poner leyes
estatales de forma inmediata, como prohibir los teléfonos en el aula escolar,
imponer normas más fuertes si conduces con el móvil y restringir apartados
claramente adictivos de ciertas aplicaciones.
Cada padre educa como puede o como quiere,
pero tendría que haber un régimen sobre las grandes empresas para que no puedan
hacer todo lo que quieran.
No es normal que cualquier menor pueda
entrar a ver pornografía o jugar un videojuego nocivo que sea violento, tenga
recompensa económica o que te castigue si abandones una partida.
Tenemos que legislar las empresas
tecnológicas hacia el buen uso.
¿Pero cómo se puede legislar sin un
consenso global a compañías globales, interconectadas? Parece algo distante.
Es complicado, pero ya vimos que con el
coronavirus la mayoría del mundo se puso de acuerdo.
Pero sí, no vale con la solución que se
imponga en cada casa. La solución debe ser global.
Hay que legislar sobre las propias
aplicaciones, las propias compañías, para que luego al resto del mundo les
lleguen las cosas bien, sin elementos nocivos o adictivos.
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